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El peso de nuestros pensamientos en lo que sentimos y hacemos

Pensar, sentir y hacer. Los tres verbos más importantes de nuestro vocabulario, con capacidad para influir en todo aquello en lo que estamos involucrados los seres humanos.

El orden en el que están colocados estos tres verbos no es casualidad; aunque este trio está relacionado íntimamente y se repercuten unos a otros, los pensamientos ejercen un papel crucial pues ayudan a conformar los sentimientos y son el motor de lo que hacemos. En este artículo ayudaremos a ordenar las ideas en torno a estos tres conceptos.

Una emoción es una valoración rápida de pocos segundos de una situación; cuando nos ha felicitado nuestro jefe en el trabajo, lo primero que podemos hacer es valorar la situación como algo positivo. Pues bien, esa rápida evaluación constituye una emoción, que unida a todo lo que hemos aprendido y a lo que sabemos(pensamientos) conforma un sentimiento, que se puede prolongar en el tiempo desde minutos a meses. La principal diferencia entre emoción y sentimiento es precisamente esa: la emoción es algo automático que transcurre en segundos, mientras que el sentimiento es el resultado de esa emoción más la reflexión(pensamiento) sobre la misma, y se puede extender mucho más en el tiempo convirtiéndose en un patrón más estable, conocido como estado de ánimo.

Sentimiento = Emoción + Pensamiento

Bueno, pues ya vista la relación entre pensar y sentir, veremos la forma en la que se vinculan la manera en la que pensamos y en la que finalmente actuamos.

Muchas veces cuando hacemos algo, que tiene consecuencias indeseadas, nos solemos preguntar, ¿Y si hubiera hecho esto, o lo otro, en lugar de lo que hice? Le damos vueltas y vueltas a esta pregunta sin parar, pero en muy pocas situaciones nos arrepentimos del pensamiento, de la reflexión que nos llevó a actuar de esa determinada manera…

Los pensamientos tienen un papel fundamental en el control de lo hacemos, en ocasiones la manera en la que vemos, en la que interpretamos una situación guiará nuestra forma de comportarnos. Esto no es un asunto baladí, quiere decir que a veces la manera en la que reaccionamos a una situación no depende de la situación en sí, sino de cómo la vemos, de cómo la interpretamos… En la mayoría de las situaciones, nuestros pensamientos son adaptativos, y hacen una correcta representación de los hechos basándose en la lógica y en la probabilidad, pero en otras ocasiones, los pensamientos y creencias son de naturaleza dogmática y absoluta (TODO o NADA), expresándose en términos de obligación como: tengo qué, debo o estoy obligado a……Estos pensamientos nos condenan a establecer metas irrealistas, cuya ausencia de logro provoca sentimientos negativos como frustración, decepción y la pertinente desmotivación, que afectarán a la consecución de otros objetivos distintos.

Un ejemplo que nos puede ayudar a entender esto, puede ser el siguiente: Uno de nuestros compañeros de trabajo nos pasa por al lado en la calle, lo saludamos y no nos devuelve el saludo, inmediatamente podemos pensar ¿Le habré hecho algo?, y estará enfado; que borde es este hombre, etc… Esto nos podría llevar a reducir el contacto en el trabajo con él, o a evitarle. Hemos actuado en base a cómo interpretamos la situación, no a la situación en sí, me ha pasado por algo solamente: y si ¿Ni siquiera no nos ha visto? Nuestros pensamientos, la manera en la que vemos las cosas influye y mucho en cómo actuamos finalmente.

¿A qué viene esto? En muchas ocasiones nuestros pensamientos se automatizan, se convierten en hábitos y saltan como resortes sin que podamos hacer nada por controlarlo, pero como si de un músculo se tratase, se pueden educar y trabajar de manera sistemática, semana a semana. Nos tenemos que alejar de aquellos pensamientos que no nos acerquen a nuestros objetivos de manera funcional, adaptativa y equilibrada; algunos ejemplos podrían ser los siguientes:

  • Pensar que tengo que tener la aprobación de TODAS las personas importantes en mi vida.
  • Pensar que no puedo cometer NINGÚN fallo y tengo que ser competente SIEMPRE.
  • Pensar que TODO lo malo me pasa a mí, y no lo puedo controlar.
  • Pensar que mi pasado afecta a todo lo que hago ahora y a todo lo que haré en el futuro.

Sin embargo, la mayoría de nuestros pensamientos son racionales, se basan en datos probabilísticos, en la lógica y se ajustan de manera adaptativa a la situación que percibimos. Se pueden manifestar como gustos o preferencias: preferiría, me gustaría, etc.

Como hemos visto, los pensamientos adquieren gran importancia en la manera en que nos sentimos y finalmente nos comportamos o hacemos, y aunque en este artículo le hemos dado gran importancia a los mismos, tanto los sentimientos como nuestras conductas, tienen un papel fundamental en esta triada.

Conocer la manera precisa en la que estamos pensando, reflexionar sobre el contenido de dichos pensamientos, su frecuencia y utilidad, es uno de los pilares básicos del autoconocimiento, piedra angular del desarrollo personal.

Por José Manuel Araya Cardalda

@JosManuelAraya

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