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No es un secreto que la mayor parte del éxito de un deportista depende de su formación. El talento no sirve de nada si no interactúa con el esfuerzo y la constancia y, gran parte de estos valores, se adquieren en edades tempranas.

El deporte tiene infinitud de beneficios para las personas en desarrollo, llamadas comúnmente niños. Además de favorecer el desarrollo físico y social, influye positivamente en la imagen corporal, el autoestima, la adquisición de conductas saludables (higiene, alimentación, etc.), o de valores e incluso en resultados académicos, por no mencionar la prevención de enfermedades neurodegenerativas.

Sin embargo, una práctica inadecuada del deporte puede conllevar ciertos riesgos, interfiriendo en el desarrollo físico, afectando negativamente al autoestima, generando frustración, estrés, lesiones, doping o abandono.

Para maximizar las probabilidades de que la práctica del deporte sea adecuada en el niño, en psicología del deporte aludimos, fundamentalmente, a tres agentes: el propio niño, sus entrenadores y sus padres.

Los padres son modelos para los hijos. Gran parte de nuestra forma de ser es debida a las experiencias que compartimos con ellos, o a las enseñanzas que ellos nos transmiten. Por ello, hay que tener mucho cuidado con cómo nos comportamos, porque incluso detalles a los que podemos no dar importancia pueden estar influyendo muy negativamente en nuestro hijo. Se han distinguido, sobre todo, seis tipos diferentes de perfiles de padres en relación con su influencia en la práctica deportiva de su hijo.

¿Qué tipo de padres nos podemos encontrar en el deporte?

  • Desinteresado: No participan activamente en la vida deportiva de sus hijos. No van a verles a los partidos, no les acompañan a los entrenos… componen el 20% del abandono (no confundir con padres ocupados).
  • Criticones: Se sobreimplican en la vida deportiva de sus hijos. Interfieren en sus entrenamientos, les dicen cómo tienen que jugar, etc. Disminuyen la autoeficacia de su hijo y ponen en riesgo su diversión, además de generar ansiedad, por lo que acaban desmotivando. Los padres no somos entrenadores.
  • Sobreprotectores: Preocupados en exceso por el bienestar, sobre todo físico, de sus hijos, hasta el punto de evitarles a sus hijos pasar por pequeñas experiencias de superación claves para el desarrollo deportivo y vital.
  • Vociferantes: Son los que gritan instrucciones a sus hijos desde la banda o la grada durante los partidos. Además de poder dar un mal ejemplo, interfieren con la labor del entrenador y los niños pueden recibir instrucciones contradictorias, lo que perjudica a su formación. Los partidos siguen siendo parte de su aprendizaje.
  • Inversores: Ven a sus hijos como proyectos de futuro, aumentando la presión tanto para sus hijos como para sí mismos. En el deporte de élite, solo alrededor de un 1% de los deportistas provienen del deporte base español.
  • Participativos y colaboradores: Son la gran mayoría y son aquellos que participan de forma positiva en la vida deportiva de sus hijos.

Además de ser unos padres excelentes, con esfuerzo, motivación, y la adecuada guía, todos podemos ejercer una influencia positiva en la vida deportiva de nuestro hijo, para que pueda obtener todos los beneficios que esta le aporta y lo más importante: para que se lo pase bomba con el deporte.

Por Jaime Marcos.

@Jaimemarcosred

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