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La inteligencia emocional se podría definir como la capacidad para percibir, identificar y poner nombre a los sentimientos y emociones propias y de los demás.

Como padres podemos enseñar a nuestros hijos a que vayan adquiriendo estas competencias sobre inteligencia emocional de diferentes formas. Algunas maneras de ponerlas en práctica son:

  • Explicarles que hay distintos tipos de emociones: positivas, como la alegría cuando se marca un gol, y negativas, como la culpa por haber cometido un penalti.
  • Preguntarles cómo se sienten en diferentes situaciones de la vida cotidiana, como por ejemplo si están nerviosos cuando van hacer un examen o entusiasmados por el próximo viaje.
  • Enseñarles a reflexionar sobre cómo se pueden sentir los demás, como por ejemplo cuando hablan mal de otro compañero o se portan de malos modos con alguien.
  • Dejarles que expresen las cosas que no les gustan, como por ejemplo que el entrenador no les convoque para jugar o las injusticias cotidianas.
  • Elegir la mejor solución entre varias, en el caso de que tengan dudas a la hora de hacer algo.

Estas competencias emocionales no son fáciles de desarrollar, ni se adquieren de un día para otro, si no que poco a poco el niño va adquiriendo estos conocimientos y va tomando conciencia de ellos. Paciencia, repetición e insistencia son algunos de los ingredientes necesarios para lograrlo.

Inteligencia emocional en el fútbol

En concreto, en el ámbito del fútbol, adquirir competencias sobre inteligencia emocional siempre es importante, ya que van a ayudar a los jugadores en su rendimiento, en su aprendizaje de valores, en su autoconfianza, además de favorecer las relaciones con los demás y consigo mismo.

Es importante que los niños vayan conociendo cómo reaccionan ante diferentes acontecimientos. Por eso, preguntarles cómo ha ido el partido, escucharles, dejarles llorar y acogerles si no ha salido como ellos querían, son algunas de las cosas que podemos hacer para que vayan adquiriendo un mayor conocimiento sobre ellos mismos y para que nosotros, también los podamos conocer.

Por Marta Muñoz, colaboradora de la UPAD.

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