Recientemente, he podido ser testigo de una de esas películas que invitan al espectador a sumergirse en la reflexión profunda, en el autoconocimiento y en la superación personal. Por supuesto, no he podido contener el impulso de encontrar ciertos paralelismos con la profesión que tanto me apasiona y que ocupa mi día a día.
Para el lector más ávido, no habrá supuesto un gran esfuerzo reconocer de que se trata, a poco que haya podido relacionar el título de este texto con su introducción. Lo que quizás no sea tan explícito (o quizás si), es su relación con el largometraje de José Antonio García Bayona al que nos referimos, más en concreto, “Un monstruo viene a verme”.
Un psicólogo viene a verme
Desde un primer momento, me resultó curioso que el film en cuestión no estuviese enclavado dentro de las categorías de películas de terror, sino más bien, se podía englobar dentro de otro tipo de cintas, relacionadas con otras temáticas, en un sentido más metafísico de la existencia, en su versión dramática.
Son numerosas las lecciones que se pueden extraer de la desdichada aventura del joven protagonista, Connor O´malley. De cómo a través de sus fantasías, se va descubriendo a sí mismo a lo largo de la historia y se va enfrentando al trance que le ha tocado vivir, con la fuerza de la aceptación. Pero no es mi objetivo aquí destrozar el final de la película en forma de spoiler, por lo que recomiendo profundamente su visualización, claro está, con un paquete de pañuelos cerca.
Lo que si me parecía necesario resaltar, es como a veces la vida nos somete a cierto tipo de situaciones, que exigen de uno el realizar un gran esfuerzo de autoconocimiento, de comprensión y por supuesto, de superación…, que a veces ese camino, podemos recorrerlo solos…, con más o menos destreza…, pero que otras veces, acudir a un profesional que nos acompañe en esos determinados momentos, no tiene porque resultar una experiencia monstruosa.
Por Carlos Rey