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El club de los poetas muertos (película): cómo la poesía puede salvarnos

Nuestra vida acaba de detenerse. La de todo el mundo. Un virus malévolo llamado Coronavirus Covid-19 nos mantiene mediánamente confinados en casa porque esta es la única forma que tenemos actualmente de enfrentarnos a él y ganarle la batalla, así que peleamos como podemos. No nos queda otra, ¿verdad? Y mientras esperamos a que todo recupere el ritmo frenético que siempre había llevado, en lo que aguardamos a que la rutina vuelva a dominarnos, ¿qué hacemos? ¿A qué acudimos para que nos resulte más agradable la espera? ¡Al arte, por supuesto! Leemos libros, vemos series, escuchamos música, nos dejamos enganchar por una película… Y así parece que logramos sobrellevar mejor nuestra situación actual. Necesitamos del arte y su belleza para mantenernos vivos, y esta es una de las ideas que transmite el personaje de Robin Williams en su película de 1989, El club de los poetas muertos.

«El club de los poetas muertos», una película esencial para el aprendizaje humano

Esta obra galardonada con un Oscar relata cómo un grupo de alumnos se topan en su vida académica con un profesor diferente al resto, quien busca que aprendan a pensar por sí mismos y, además, los anima a soñar con aquello que más los apasione. Williams, en su célebre papel de John Keating, se convierte realmente en el capitán de estos jóvenes, quienes deciden incluso reabrir el club al que perteneció su profesor cuando tenía su edad. ¿Y cómo consigue una influencia así, cuando es tan diferente a los otros profesores autoritarios que hay en la escuela? Precisamente por esto.

Keating se presenta como un exalumno de la escuela, alguien que sabe exactamente por qué están pasando esos chicos y, por tanto, alguien cercano a ellos. Se trata de un profesor y por esto tiene un cierto poder legítimo sobre sus alumnos, pero en lugar de hacer uso del poder coercitivo predominante en la academia (usar castigos, mandar más trabajo), Keating decide hacer uso de su posición. Sus alumnos se pueden identificar con él y le tienen respeto, por lo que deciden escucharle y seguir sus enseñanzas casi sin darse cuenta, porque este poder de referencia es más fuerte que el coercitivo. Keating se gana la influencia que tiene en los demás a través de unos métodos diferentes al resto, y de tal forma que logra motivar a los jóvenes, que terminan considerándolo realmente “su capitán”.

El poder de las creencias en nuestra representación de la realidad

Y así es como ciertos alumnos deciden reabrir el Club al que perteneció su profesor cuando tenía su edad. Animados por la idea de liberar su mente a base de leer poesía y aprovechar cada momento, los alumnos se agrupan entre ellos y adoptan el nombre de Poetas Muertos. Forman un grupo, y esto es importante para el ser humano porque somos una especie social. Para estos chicos, integrar el Club forma su identidad social, de tal manera que construyen quién son ellos en base a las características que comparten y que, por ende, los diferencian de los demás. Además, pertenecer a este Club les permitirá enfrentarse juntos a las experiencias que los llevarán a cuestionarse sus valores, sus creencias e incluso su forma de vivir la vida. Formar parte del grupo de los Poetas Muertos, movidos por la influencia de su capitán, hace que los jóvenes se replanteen su forma de pensar, porque estos son los efectos que suele tener la pertenencia a un grupo en las personas. Gracias a ello, cada uno a su manera, los Poetas Muertos se deciden a “sacarle todo el meollo a la vida”. Aprenden a pensar por sí mismos, aunque eso suponga enfrentarse a la autoridad. Buscan una nueva perspectiva a la hora de ver el mundo. Encuentran su coraje y su valor. De un modo u otro, aprenden a ser libres y a escoger su propio camino.

De la película a nuestra realidad

Además, hay que tener en cuenta la ventaja del “transporte narrativo”, un efecto que producen las obras de ficción en los espectadores, así que nosotros también recibiremos algunas de las enseñanzas de la película. Y en momentos como los que estamos viviendo, aprovechar el día puede ser una de las mejores armas a nuestro alcance contra el virus con corona que nos amenaza. Aunque sea cierto que la vida acaba de detenerse para todos, seguro que podemos sacar un cierto provecho de esta situación para intentar salir reforzados de la experiencia. No en vano, Henry David Thoreau, un autor que es considerado un Poeta Muerto en la película, decidió construir una cabaña junto al lago Walden para aprender de la naturaleza y liberarse de la esclavitud de la vida diaria. Él, voluntariamente, lo detuvo todo. Y casi 100 años después, Skinner, célebre defensor de la psicología conductista, plasmó sus ideas inspirándose en esta experiencia de Thoreau. Tal vez todo esto no sea tan terrible.

Como decía antes, carpe diem, ¿no?

Por Sandra Bastián Serrano

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