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5 mitos sobre la sexualidad y la vejez en las mujeres. Diferencias con el envejecimiento masculino

Esta es una entrada dedicada a las mujeres mayores, ancianas o viejas. Habitualmente, se suele escribir desde el punto de vista masculino, por ello, quiero hacer hoy un homenaje a aquellas mujeres que sin importar su edad, siguen disfrutando de su sexualidad y no van haciendo y deshaciendo su identidad en base a lo que el estigma social dicte. No obstante, os voy a contar algunas cositas sobre cómo afrontan la sexualidad, en general, las mujeres cuando envejecen, qué diferencias hay con los hombres, porqué la vida sexual no muere con la menopausia o porqué la vejez no es algo que debemos ver como sinónimo de infortunio.

Quiero que empecemos a ver el envejecimiento como una realidad (ya que, si todo va bien, nadie nos vamos a librar de la vejez) y como sinónimos de evolución, y no de involución. Esta es una actitud importante que debemos adoptar dado que, cuando nosotras lleguemos a la vejez, si tenemos interiorizados todos los prejuicios y estereotipos respecto a ésta, éstos se van a volver en nuestra contra… y no va a haber manera de vivir nuestra vejez con plena armonía. Dicho esto, comencemos.

5 mitos sobre la sexualidad en la vejez y cómo desmontarlos

  1. Las mujeres mayores no tienen intereses sexuales. Existe una creencia social que dicta que las personas mayores son asexuales, que ya no muestran ningún interés en tener una vida sexual activa, que no sienten deseo ni fantasías. Esta creencia se hace más fuerte con la reticencia que tenemos a hablar de sexualidad en general,… imaginemos el tabú que supone entonces hablar de la sexualidad de las mujeres mayores y ancianas. Como ya he comentado en más una ocasión la sexualidad dura desde el momento de la fecundación hasta la muerte.
  2. Las mujeres mayores no tienen edad para tener relaciones o conductas eróticas. Es cierto que se producen cambios tanto fisiológicos, como psicológicos y sociales según pasamos de una etapa vital a otra, sin embargo, ello no significa que nuestra capacidad de disfrute y gozo disminuya con cada una de ellas. Cambia, pero no sucumbe. Es trascendente que nos quede esto claro. La respuesta sexual se hace más lenta, pero no imposible. Lo que hay que hacer es (como siempre, a través de información) adaptar nuestra nueva y lenta respuesta sexual. Necesitaremos de más caricias para excitarnos o más tiempo para tener un orgasmo (por cierto, el clítoris no envejece),… ¿Por qué por “tener que” invertir más tiempo vamos a renunciar a ello? ¡Aprovechemos ese tiempo! Disponemos de un órgano sexual bastante amplio y no lo aprovechamos tanto como pudiéramos: la piel.
  3. Las mujeres mayores, por el hecho de ser ancianas, son feas. El modelo de belleza basado en la juventud hace que no veamos un cuerpo anciano como algo bello, más bien lo contrario. El atractivo en la vejez ya no existe y uno de los mitos más arraigados sobre la sexualidad y el envejecimiento es que “los viejos, por el hecho de ser viejos, son feos”, mito que pesa más y antes sobre las mujeres que sobre los hombres. Ya en el colectivo femenino joven, las altas expectativas que se tienen sobre el atractivo femenino hacen que la mujer se frustre porque no se pueden alcanzar. Esto se eleva al cubo durante el envejecimiento y se traduce en que la mujer renuncia a su deseo erótico (ya que a la sexualidad no se puede renunciar, es algo intrínseco al ser humano).
  4. Las mujeres mayores que se interesan por su sexualidad son unas pervertidas o están enfermas. Los estereotipos sociales y el peso de la educación recibida también tienen que ver en que creamos que con la vejez la sexualidad, no solo pasa a un segundo plano, sino que suena hasta repulsivo. Esto no les permite expresar a las mujeres mayores de la actualidad, su deseo sexual; bloquea y restringe constantemente a las mujeres a la hora de hablar sobre aquello que les produce placer y les inhibe de mostrar su deseo.
  5. El fin último del sexo es la reproducción. Recalcamos que la vida sexual de las mujeres no termina con la menopausia, con el no tener ya capacidad reproductiva. No es así, pues aunque a partir de determinada edad ya no se pueda concebir más descendencia, la sed de piel, el deseo de contacto físico y afectivo no caduca ¡ojo!

Envejecer como hombre VS Envejecer como mujer

Aunque los hombres también sufren de estigmas sociales injustos cuando llegan a la vejez, no podemos negar que no es lo mismo envejecer como hombre que como mujer: “Mientras que los hombres maduran, las mujeres envejecen” es una frase de Susan Sontag que acuñó para indicar el doble estándar del que se habla en cuanto a la sexualidad y el envejecimiento.

A los hombres no se les mete tanta presión social, ni por parte de las empresas dedicadas a la estética para mantener el cuerpo joven, cosa que, al fin y al cabo, es imposible. Además, el mensaje que se nos transmite es que podemos permanecer jóvenes y que si no lo estás es porque no te has esforzado lo suficiente, porque no has ido al gimnasio lo suficiente, porque no te has echado las cremas anti-arrugas necesarias, porque no has llevado una dieta equilibrada o porque no te has gastado el dinero suficiente para conseguirlo,… ¿Cómo va una mujer a estar a gusto alguna vez con su cuerpo con unas exigencias corporales tan elevadas e inalcanzables?

Además, un rol de género que solemos tener arraigado es que “el hombre es el responsable de dar placer a la mujer y que son ellos los que deben tomar la iniciativa”. Esto les deja a ellas en una posición de pasividad en las que tienen que adoptar un rol de deseadas y no de deseantes. Si a ello le sumas que no van a ser deseadas por ser mayores,… es obvio que lo tienen mucho más difícil.

Conclusiones

Quisiera añadir para terminar que la participación social es importante para no caer en el ostracismo. La participación social y la vida activa producen placer, mejoran la autoestima, ayudan a mejorar/amortiguar los acontecimientos estresantes de la vida, te mantiene en el aprendizaje y en la adquisición de conocimientos. Las mujeres mayores de hoy han tendido a perder a sus amistades debido al matrimonio, el cuidado de hijos e hijas o el trabajo. Es importante no perderlas o retomarlas.

Con todo ello, seguimos teniendo la esperanza (y es fundamental en esta lucha no perderla) de que los frutos del feminismo serán recogidos por nuestras (futuras) hijas, (futuras) nietas, (futuras) sobrinas, (futuras) amigas, pudiendo así disfrutar de experiencias laborales, familiares, económicas, sociales e intelectuales mucho más beneficiosas ¡Que así sea!

Por UPAD Psicología y Coaching

@upad_pc

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