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Cuando tu estilo de vida no combina con el aislamiento

Colegios cerrados y la palabra teletrabajo se vuelve trending topic… pero ¿qué ocurre? Niños por los parques, gente en las terrazas y una avalancha de familias se van a sus segundas residencias en la playa. El coronavirus ha llegado, las autoridades insisten en que nos quedemos en casa y dejemos de lado las reuniones sociales si queremos frenar la propagación. Nuestro estilo de vida ha cambiado.

A continuación se decreta Estado de Alarma. Solo se le permite salir de casa al que tiene que ir a trabajar y poco más.

A los pocos días leo: vecino de Vigo, de 44 años, que el martes se presentó en la jefatura de la policía local asegurando que era portador del coronavirus. Los agentes solicitaron una ambulancia y el personal médico comprobó que no presentaba ningún síntoma y lo mandó de vuelta a casa. El enfermo imaginario, volvió a presentarse al cabo de dos horas en la sede policial pidiendo ser detenido. “Estoy harto de estar en casa con mi madre”, confesó.

Cronología del Coronavirus: El ‘Yo’ por encima del ‘Nosotros’

Pareciera que le damos prioridad a satisfacer nuestras necesidades individuales a pesar de que hacerlo pueda poner en peligro el bien colectivo. Quizá por subestimar el riesgo que tiene hacerlo, quizá porque tendemos a regirnos por el “Sálvese quien pueda”.

Aquí estamos, en la cuarta prórroga. Algunos lo llevaremos mejor, otros lo llevaremos peor, pero de lo que no cabe duda es de que para la mayoría de nosotros habrá un antes y un después del confinamiento.

Desde las medidas de aislamiento que impusieron en China a países como Canadá, que mandan a sus ciudadanos el mensaje de que al quedarnos en casa nos estamos cuidando los unos a los otros.

Pasando por México cuyo presidente les dijo a sus habitantes “Salgan a comer, sigan con su vida normal” (una semana después los casos habían aumentado en un 496%). Y sin olvidarnos de España, que nos multan si no nos ajustamos a los permisos de salida. También otros como la India donde la policía no duda en sacudir con una vara a dos hombres que van en moto, o castigar con sentadillas y flexiones a los transeúntes que deberían estar en sus casas.

Vodka, sauna y trabajar con el tractor” recomienda el presidente de Bielorrusia contra el coronavirus y ojito con crear alarmismo porque hay carta blanca para perseguir a todo aquel que se le ocurra sembrar el pánico con el tema y si eso nos sabe a poco tenemos a Turkmenistán que directamente ha prohibido mencionar la palabra coronavirus, ordenando la detención de aquellos que lo hagan.

El Coronavirus nos obliga a diseñar un nuevo estilo de vida

Da igual cual sea nuestra nacionalidad, estudios, nivel sociocultural, nuestro color de piel o la cantidad de ceros que tengamos en la cuenta. Todos estamos expuestos, todos somos vulnerables al virus y todos estamos cambiando nuestras costumbres, nos guste más o menos.

Los elementos políticos, económicos y sanitarios explican buena parte de estas situaciones, sin embargo, el factor cultural y las costumbres sociales están siendo cruciales, pudiendo incluso ser una ayuda o un obstáculo ante la pandemia.

¿Cómo? Japón es sinónimo de orden, la disciplina y el bien colectivo priman sobre el interés individual y si nos vamos a España, Italia o a otras sociedades más occidentales resulta un desafío anteponer los intereses grupales por encima del nuestro propio.

Por ejemplo, Japón sin haber aplicado medidas tan drásticas, pero sí mucho más precoces que las nuestras, a día de hoy, ni se acercan a nuestro número de fallecidos.

¿Quizá la forma de relacionarse que hay en una parte del mundo y en otra puede contribuir a explicar parte de esta diferencia numérica? ¿Cómo dice la OMS que se propaga éste minúsculo pero desquiciante virus? Mediante el contacto entre las personas.

Pensemos en los japoneses, la norma es la distancia física mientras que los abrazos, apretones de manos y besos son la excepción, incluso con los más cercanos. ¿Cómo se saludan ellos? Se miran brevemente y realizan una inclinación.

A día de hoy veo a vecinos mandarse besos y abrazos desde sus balcones y reuniones clandestinas en las horas que se nos permite salir a hacer deporte o pasear ¿Qué no hacemos cuando no hay aislamiento de por medio? “Cuanto más estrechas sean las interacciones entre los individuos más se propagará el virus” dice el sociólogo Antonio Maturo. Sin duda, en este sentido la forma que tenemos de relacionarnos entre nosotros es como una autopista para los contagios y las personas, un destino directo.

Si volvemos a los japoneses, las sociedades asiáticas, por lo general, se mueven en círculos sociales reducidos, y con frecuencia hay poco más fuera del trabajo.

¿Y nosotros? Las cañas afterwork de los viernes, el sábado se cena fuera y el aperitivo del domingo que no falte. Hemos podido estar con tres grupos de personas diferentes en dos o tres días. En definitiva, mucha gente, muchas veces y mucho contacto o lo que es lo mismo, mucho contagio.

El hecho de que países como Italia o España basen parte de su identidad colectiva, en la interacción en grupo, en la vida en la calle, hace que las restricciones sean más difíciles de asumir. Exige un sacrificio al que nos cuesta encontrar sentido. Y sino pensemos en el primer día que pudieron salir los niños a la calle, a veces pienso que más que la libertad de movimiento anhelamos la libertad de socializar, besar, chocar, abrazar…

Por Violeta González

@violeta_psicofit

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